jueves, 1 de marzo de 2007

Niebla de palabras


Luminoso enigma acompasado, diluyes las sombras con tu luz.

El miedo en el amor como reflejo del temor por su siempre amenazante pérdida.

Qué bello sería poder caminar esas aceras que prometen dirigirme hasta tu particular infinito para allí morar al abrigo de tu calor.

Cuéntame como un pasajero más en este viaje dulce hasta tu cuerpo.

El miedo a lo desconocido lo combate la esperanza de lo que conoceré, de lo que tú me enseñarás.

El miedo a embarrancar desaparece ante la evocadora promesa de una acogedora morada.


Sigo la estela de tu sombra…

Me demoro con tu sabor, me acompaso en la suavidad, fundidos en deseo, irrealidad...

En las madrugadas certeros arponazos me han vuelto a alcanzar.

La tentación es más fuerte que el miedo al dolor, a quemarme en el fuego abrasador, al fracaso, al desamor…

Dominar bien el timón, manejando en aguas turbulentas, de tormentas olvidadas, brasas avivadas…

Un pájaro asustado en la ventana, el dilema es muy grande... utilizar o no sus alas.

Cobijados ambos por la misma luna…

Siempre oculta a mi mirada que escruta, la maldita no permite que descubra tu presencia, yo perdido aquí también me encuentro, al borde de la desesperanza, con mi corazón agitado que te llama.

Corazón que desea ser fundido y destrozado hasta el éxtasis revelador. Irremisiblemente condenado por sus ofensas, a su alma piedad suplica, al recuerdo de las sombras de felicidad se aferra esperando la compasión que no llega.

Así la historia acaba, al amanecer de una nueva mañana, el frío del relente arañando el alma, cielo que protege de los dioses y sus garras, el amor desparramado como el agua de tus manos escapa, el filo asesino de metal, su hoja te rebana, ejecutado alcanzas la calma.

La niebla de palabras que se larga, y yo abandonando el barco porque una sirena me llama.

Hasta siempre...



lunes, 19 de febrero de 2007

Hazme olvidar



Hazme olvidar el mundo del que llego,

no me dejes hablar.



La vida llega y pasa,

y nunca se detiene mucho tiempo...



Yo he llegado de la arena seca,

del Sol único y absoluto,

no me dejes hablar.



Apenas recuerdo un momento de relajante suspirar,

una noche adosada a un día como una leve tela con dos colores,

allí no existe la diversidad,

y los sueños son un constante zumbido,

un mundo separado por un vidrio,

pasa atrás,

viene desde adelante,

detrás el cielo se va destruyendo

a la velocidad del avanzar del desierto...




domingo, 21 de enero de 2007

7 segundos...


Cuando un niño nace en éste mundo

no tiene ningún concepto

del tono de la piel en la que está viviendo.

No es un segundo

7 segundos eternos

El tiempo que me quede...

estaré esperando.





Quisiera que olvidáramos su color para poder tener esperanza.

Deseo que las puertas de la mente estén completamente abiertas.

7 segundos eternos

el tiempo que me quede

estaré esperando...

7 segundos eternos.




viernes, 19 de enero de 2007

Recuerdo cómo hicimos el amor...


Despertaste junto a mi, el cielo gris, desperezaste coqueta tu cuerpo y me sonreíste atrevida… lo entendí enseguida… te gusta el amor mañanero, descansados tras el sueño, tierno, intenso, como los dos queremos.

Acaricié tu pelo y te dije que eras bella… un te quiero… de tus labios robé besos, calor suave y profundo, nuestros ojos cerrados, sintiendo…

Tapaste mis ojazos intensos, y bailaste desnuda para mi mientras yo te miraba con las yemas de mis dedos y tú me rozabas con tu pelo, su perfume como tiernas caricias de viento... de aliento...

Mis dedos recorrían tus piernas, las yemas casi sin presión dibujando escalofríos de pasión... te gustaba... lo sentía... ascendí lentamente hasta tus pechos, me esperaban excitados, sonrosados, tus pezones ya erectos, los cubrí con mis labios, saboreándolos en silencio... de tu boca susurros…
 

Con masajes te cubrí, exploré tu cuerpo, con mis labios, besos, caricias, dulces lametones que hicieron que arqueases tu espalda... en tu vientre me perdí, chupo, exploro, te como… tus manos en mi cabeza, me subiste hasta tus labios, que se fundieron con los míos, estamos lanzados, nos besamos como locos, con tus piernas me atrapaste, me conduces, me marcas el camino, estás muy excitada... entré dentro de ti... arrancaste de mis ojos la venda, te miro, lo hemos conseguido, nos amamos... mordías mis labios, tus caderas desbocadas, marcando el ritmo, nos hicieron volar, nos perdimos en nosotros mismos, pudimos gozar…

 

Me gustaría tenerte aún aquí para no tener que recordar… siento unos calores que no son normales.



jueves, 21 de diciembre de 2006

One more time

Tiemblan los pétalos sedosos de las rosas que ayer surgieron repentinas brotando en medio de los escombros. Gotas de agua de lluvia como destellos de luz que atrapan el sol caen fundiéndose con el rocío que descansa sobre el manto vegetal y humedecen la piel del mundo.

Las estrellas ocultas tras las nubes vigilan el descanso de los seres del atmosférico planeta azul. 


Amores disfrazados de pasión. 

Cuerpos entrelazados.

Días veloces en universos desconocidos, escondidos. 

Musgo fresco sobre piedras volcánicas...

Erotismo de raso color pastel que cubre levemente la desnudez de un pecho suave y terso. 

Encajes voluptuosos, cadera perfilada en piedra blanca. 

Sudor y piel. 

Calidez. 

Perfume. 

Sed.

Cielo claro sobre mar en calma. 

Poemas en la tarde. 

Libertad prisionera de tu amor. 

Bendita esclavitud. 

Salvaje fuerza que empuja a volar. 

Canciones con recuerdos. 

Palabras olvidadas sobre viejos papeles. 

Feliz presagio de confort. 

Nuevas dimensiones. 

Ilusión sin temor. 

Huida.
 

El sueño del árbol muere entre el ruido de sierras mecánicas que oscilan en el bosque. La savia portadora de vida se derrama una vez más.

Desfilan en vertical los títulos de crédito de una nueva película que concluye. 

La élite de los desheredados impone la decadencia en su existencia vacía. Surge la calma del mar de cotidianidad. Olvidadas las promesas de eternas sensaciones sin límite. Duerme el deseo en el limbo del tedio. Largas horas esperando el regreso del pasado. 

Acritud. 

Paz.
 

La irrealidad de los finales felices se hace patente al bajar del tren de los locos cegados por el irracional amor. La pausa en el andén que precede el caos aporta el tiempo suficiente para, mirando atrás, calibrar la duración del viaje que acabó y saber, por fin, lo breve que resulta la felicidad...



jueves, 14 de diciembre de 2006

Copos caen lentos.


Copos caen lentos, suaves, fríos, silenciosos, humedecen mi piel y tapizan de blanco la piel del mundo. Los sonidos amortiguados ponen paz en mis oídos, camuflan mis pisadas, embriagan mi alma. Quietud espiritual. Paisaje nevado. Sueños. Regalo.

La naturaleza nos sorprende abrazados, en busca de ese calor humano que amamos, la lluvia de cristales mirando desde el cálido nido de tu regazo. Los días pasaron y aún seguimos caminando, las noches son largas si no estás a mi lado, tu ser me fascina, tu existencia me reconforta, tu presencia de luz acogedora me inunda.
El invierno asoma a la vuelta del mañana, presiento su temida crudeza, me refugio en tu amorosa realidad, burlamos juntos el destino una vez más.

La sonrisa que dibujas en tu rostro al hablar me acompaña ahora al volverla a recordar, conversamos juntos en la terraza de aquel bar, la noche que ya cae y tu reflejo de temblar, te cubro con mis ropas, eres mi tesoro que guardar, el principio de mi universo y su final, la razón que me impulsa a continuar, el sueño prohibido que deseamos todos alcanzar, la felicidad prometida en la lejana infancia, la estabilidad emocional, la orilla dulce de una isla en que arribar. Tu cabello deseo acariciar, enredado en su sedosa suavidad tus ojos observar, escuchar tu voz dulce, en silencio amar, unidos. Descansar.

Llega el día al despertar, escapan los confusos sueños, continúa el ritmo loco de la vida de verdad, las prisas, obligaciones, el estar, comedidos y correctos, en la justa medida, la legalidad, compromisos, a fichar, llega el turno de descanso, vuelta a empezar, agobios, no te pases, trabajar, esmérate un poco, otro día más, puntual, preciso, cabal, autómata, siempre igual ...

Un paraíso donde morar, oasis de felicidad entre desiertos de desdichada gente, mi edén particular, tú y yo, las estrellas como hogar, el cielo como camino, la dicha como final.

Los momentos que pasamos ahí están, recordando a nuestras vidas que el presente puede mejorar, que los anhelos podemos alcanzar, senderos para explorar, objetivos por los que luchar, el mar embravecido surcar, la calma que sucede a las tormentas se desliza entre los rayos de sol explotando en arcon iris turbador, siento ganas de hacerte el amor.

No preguntes, déjate llevar, en ti yo busco la fuerza que me das, confianza en el amor como timón que ha de guiar los pasos decididos al futuro entre tus brazos que no dejo de idear ... Serenidad, minutos de paz, en el cielo una estrella fugaz, un breve momento que me hace pensar que quizás te pido mucho sin nada a cambio para dar, que mis deseos los tuyos no sean puede pasar, como la vida misma, que no sabes por donde ha de evolucionar, ni el sitio que en su circo te aguarda, o el desenlace que su continuo avance te prepara, flujo sin fin, esperanza, la verdad no existe en el mañana, es hoy o no es nada. Te quiero, ahora.



El agua me empapa, los pensamientos que te cuento me han detenido en el tiempo, ahora recuerdo, nieva, la mágica claridad me devuelve a la realidad, mi soledad. Es bonito el planeta cuando se expresa como hoy, llorando lágrimas blancas que se funden con mi piel, que refrescan el manto vegetal, que me hacen olvidar que lo que tengo no es todo lo que me gustaría alcanzar, incitándome a luchar, todo llegará .... , mientras, déjame apurar un instante más este momento singular, el mundo que es mi hermano contemplar, su presencia y mi vida, líneas paralelas de materia similar que se observan en silencio mientras del cielo que a ambos nos cobija copos caen lentos.







domingo, 10 de diciembre de 2006

Abuelos



Tuve la suerte de conocer a todos mis abuelos con vida.

Mis abuelos paternos fueron los primeros en partir, emprendiendo el viaje de huída de esta nuestra realidad.

 

Mi abuelo Ramón fue el primero en abandonarnos, le recuerdo ya enfermo, aunque siempre animoso, de él creo conservar la fina ironía y un gran sentido del humor. Creo que no le hacían mucha gracia los nietos, pero yo me sentía especialmente querido por él, como si fuese su favorito, tal vez era una sensación que procuraba a cada uno de sus nietos, no lo sé, es algo que nunca se me ha ocurrido preguntar a los que pudimos compartir momentos a su lado. Perduran en mi memoria sus chascarrillos, sus chistes, su gran carácter, cierto genio y su acertada clasificación de los personajes con un simple vistazo a sus maneras y su forma de ser.

Recuerdo aún sus ojos aumentados por las lentes de esas primitivas gafas de la época, ojos incisivos e inteligentes. Llevaba fatal el triste régimen de comidas que los limitados médicos de la época le habían impuesto, y que su mujer, mi abuela, cumplía a rajatabla. Verduras cocidas sin casi sal, o carentes de ella por completo, que hacían revelarse a mi abuelo protestando por los "trapos" que le servía mi diligente abuela.

Delgado y de escasa estatura, pero gran hombre, fue capaz de cuadrar una compañía militar gritando su famoso "Alto a la tropa" que hizo detenerse a los soldados y provocó que los mandos se presentasen formalmente a él, cual comandante en la reserva.

Nos dejó una triste semana santa, coincidió su muerte con la del hijo del dios de los cristianos, sospecho que también esta casualidad constituyó su último guiño, ironía del destino. Espero que su espíritu siga contemplándonos, a los viajeros del tiempo, desde la sierra por la que nos preguntaba sobre las novedades cada nuevo día...

María Antonia se llamaba la mujer de Ramón. Mi abuela paterna. Todavía si cierro los ojos y me concentro puedo paladear el sabor de sus deliciosos bocadillos a media tarde, con pan tostado sobre manteca en sus pequeñas sartenes, en las que cocinaba con habilidad asombrosa, con el dulce sabor del Tulicrem sobre el pan calentito acompañado de exquisito chorizo casero. De sabor inigualable también el licorcillo casero de café que me servía después de dar cuenta del bocata. Aunque no dejaba de ser una bebida alcohólica y yo un crío, en aquellos tiempos no se consideraban tantas estupideces como ahora, y por otra parte no pasaba de uno o dos chupitos en unas copichuelas de fino vidrio ciertamente pequeñas. El caso cierto es que, ya de adulto, no me gusta beber, y si lo hago es en escasa cantidad y como un acto social de acompañamiento, aunque no siempre, en ese sentido voy un poco a mi bola. Pero estaba hablando de mi abuela paterna, que la mujer siempre vivió entregada más a los demás que a si misma, cierto es que hablar de mis abuelos es hablar un poco de mi, porque creo que de ella heredé un cierto pesimismo en la forma de abordar la vida.

Y es que siempre se ponía en el peor de los casos, lo que no dejaba de servirle para anticiparse a las posibles consecuencias y estar siempre preparada para las contingencias que surgían. Pero esto hizo que la mujer no disfrutase su vida como seguramente hubiera merecido. Madrugadora, cariñosa, pero algo seria. Era muy reservada y sospecho que encerraba muchas cosas que me hubiera gustado conocer. Tuvo que cuidar muchos años la frágil salud de mi abuelo y ella vivió sin enfermedad hasta que le perdió, a partir de ese momento, cuando parte de su razón de vivir se le había escapado, entró en declive físico, que no mental, pues hasta casi sus últimos días gozó de una claridad que le hacía sufrir al ser consciente de su deterioro físico. Sus últimos meses de vida la convirtieron en una niña buena cuidada por sus hijas, el Alzehimer no llegó a mostrar su cara más amarga. Siempre la recordaré con gran cariño...

 

Mis abuelos maternos siguieron también el mismo esquema a la hora de dejarnos sin su presencia. Agapito se llamaba el padre de mi madre. Era un labrador de buen comer, fuerte y honesto. Tuve más relación con él y su mujer que con mis abuelos paternos porque era con los que vivía en las largas vacaciones de verano. De muy pequeño me enseñó a liar cigarrillos con papelillo y picadura de tabaco, echábamos humo contentos provocando el enfado de mi madre, que decía me daría al vicio, ironías de la vida, jamás he sido fumador, no le veo sentido.

Vivió toda su vida trabajando, para sus amos al principio, y para él mismo después. Nunca parecía fatigado, era el último en soltar el azadón. Creo que me transmitió el amor por el trabajo bien hecho y la responsabilidad con las obligaciones adquiridas. Amante del vino y de las viñas pocas veces bebía agua, y no se cansaba de comer, disfrutaba además con ello.

Su salud fue siempre buena hasta sus últimos días, problemas respiratorios esporádicos, alguna operación, y una mente lúcida hasta el fin. Siempre decía que quería llegar a los cien años, que no le apetecía morirse con la cantidad de cosas buenas que ahora había, especialmente en lo tocante a la comida, comparado con los años de escasez que le tocó vivir, en los que con un trozo de pan y tocino tenía que arreglarse.

Tranquilo y enemigo de polémicas no perdonaba la siesta. Prefería escuchar y actuar antes que hablar. Cuando se jubiló, y aceptó su nueva situación, fue cuando empezó a disfrutar su vida. Vivió mucho, me contó muchas cosas y me enseñó a mirar al cielo. Aún recuerdo su despedida en aquellos ojos claros, de azul color, la noche de su muerte, me decían "esta vez si"...

Obdulia era la mujer de Agapito, su segunda mujer, madre de mi madre, mi abuela. Fue la última en morir. Durante muchos años su mente fue nublada por el Alzehimer, que mostró todas sus caras hasta llevársela de este mundo. El recuerdo que me queda es anterior a esta etapa final, que duró muchos años y que casi borró por completo la imagen que de ella todos teníamos.

Fue una mujer de carácter, aseada, coqueta y presumida. Religiosa y de misa diaria, aunque recuerdo que me llamaba judío cuando hacía algo malo. Estricta y vigilante, era la que nos controlaba a todos los nietos cuando en los veranos vivíamos en su casa. Le gustaba viajar y los saraos, casi lo contrario que a su marido, más tranquilo. Le gustaba bailar y cantar, esto último lo compartía con mi abuelo. Buena cocinera y con una mano especial para añadir las especias, su chorizo casero era siempre algo más picante y sabroso. También preparaba licor casero, con una equilibrada fórmula. De ella me queda esa predilección por las granadas, fruta que le encantaba.

Demasiado pronto dejó de ser ella misma y la enfermedad le privó de muchas vivencias, a veces aparecían breves retazos de lucidez entre las nubes de su memoria pero poco a poco se fue diluyendo. Se marchó discretamente. Espero esté con todos mis seres queridos, que ya no están con nosotros, en ese paraíso, en el cielo, en el que ella creía...