viernes, 2 de septiembre de 2011

Lo mejor del momento... su oportunidad


"Cuántas veces deseé que un ángel vengador me cortara la cabeza al instante."

"Cuántas veces soñé (despierto) con suspenderme en la nube blanca lejana, fundirme con ella y salir del pozo miserable que me ahogaba."

Tiraba de un carro, bajo sol y agostamiento, que pensaba que pesaba demasiado. Ya de pequeño nada más nacer le pusieron el yugo al cuello, pero entonces estaba vacío. Ahora… ¡cómo pesa el condenado! Se paró y echó una mirada a todo lo que lleva en él. Es todo lo que hay.

Pensaba que era bueno deshacerse de algunas cosas para aligerar peso. No le hace falta revolver nada, porque sabe perfectamente qué es lo que sobra. Lo ha intentado tirar tantas veces... pero no se ponían de acuerdo sus dos manos. Era aquel pesado retrato el culpable de tanto sufrimiento, frenando una de las ruedas. Era el amargo recuerdo de una fruta de un lejano paraíso, de una mujer cuyo nombre estaba eternamente sujeto a confusión, de un pasado que jamás se volvería a repetir.

Tiraba de un carro, todo agostado bajo el sol, que pensaba que pesaba demasiado. Las manos extendidas sobre el yugo, el sudor recorriendo todo su cuerpo. ¡Despréndete de él o acabará matándote!

Deben ser las cinco, pensaba mirando la posición del sol. Sabía que, a pesar de sentirse totalmente ahogado, no era aconsejable parar, cuantas menos veces mejor, si bien ese pedregoso y solitario camino carecía de casi todo lo que había oído hablar que existía. Pero parar significaba aumentar el peso mortífero del inseparable carro. Carteles que mienten, muñecos de paja, cuadros que intentan representar lo que no existe, aparentar brisa fresca donde no es posible su generación… han terminado por hacer que se pierda.

Tiraba de su carro, sol, sol, sol, y más sol, que pensaba que pesaba demasiado. Ya queda poco para que oscurezca. Pensó en las pocas cosas valiosas que estaba seguro que existían: el sol, él y su carro, la tierra y el camino. Olvidó a posta que el carro era la prueba de que existía algo más, todo lo que había ido dejando atrás. Pero también sabía que el pasado se resumía en una palabra. Era mejor no pensar...

Sólo deseaba que llegase la noche… cesó el calor, y pudo descansar pues, aún, seguía vivo.

jueves, 26 de agosto de 2010

Me hiciste recordar...


Y estoy aqui, parado una vez más, descansando de la vida, sin localizar, consciente del paso del tiempo, aprendiéndolo a disfrutar, pensando...



La solitaria carretera parece dormida a esta hora incierta en que el amanecer aún me permite contemplar la tenue luna. La cascada de nubes deslizándose montaña abajo me enseña que tras alcanzar la cima no queda otra opción que caer...

Es un bello espectáculo.

Me hubiera gustado tenerte a mi lado para poder haberlo vivido juntos, para compartir al mismo tiempo ese instante de felicidad...

miércoles, 3 de marzo de 2010

Te extraño



Sintiendo ese leve rumor, acalorado,
preludio del amor aún no saciado...


La cratera a punto está, no has de beber de esa copa llena de lágrimas envenenadas que la muerte apresuran...


Que se deleite el cuerpo, ni una sola gota derramada.


Sedienta angustia del alma, bajo tierra se escurre, queda olvidada...


Me encontrarás abrazado, indefenso, al cálido perfume de tu esencia en mi almohada...

lunes, 5 de octubre de 2009

La fiesta


Aquella era, sino la última, una de las últimas de toda la comarca.

Mientras el resto de pueblos bullían a mediados de agosto en honores a las diferentes vírgenes, en aquel recóndito lugar se veneraba un cristo cuando el verano ya había muerto.

La gente del lugar se refería a ella con mayúsculas, era LA FIESTA, eje sobre el que giraba cada año la cotidiana y lenta vida. Intentos vanos, como las frustradas “fiestas del turista” programadas en plena efervescencia vacacional, habían puesto de manifiesto que, aunque a trasmano, la auténtica siempre sería aquella que, el último domingo de septiembre, transformaba el pequeño pueblo.

Aunque estaba impregnada, como todas, de un carácter religioso para mi este aspecto pasaba desapercibido porque gracias al sacerdote local la fe, que se supone debería haber tenido, fue rápidamente fulminada por semejante individuo cuyo valor como persona era nulo; ya se sabe que una cosa es predicar… y otra dar trigo.

En las despedidas con los veraneantes la pregunta obligada era “¿vendrás a LA FIESTA?” y la respuesta escondía muchas esperanzas que tarde o temprano acababan desapareciendo.

Los recuerdos de las fiestas que soy consciente de haber disfrutado no son muchos, las expectativas de diversión cada año eran superiores con respecto a ediciones anteriores, y la decepción, cada vez más grande…

Cuando por motivos evidentes tuve que salir de allí para forjarme un futuro con mis estudios descubrí que el mundo era mucho más amplio que todo aquello y me resultaba muy deprimente regresar para contemplar aquellos peinados de domingo, aderezados con los vestidos de gala de siempre que, con lo forzados que lucían, ponían de manifiesto que ese no era el estado natural de la infeliz que, con tanta ilusión como mal gusto, se había acicalado para la gran ocasión.

En el baile me producía grima ver a las ancianas sentadas en sillas aguantando estoicamente hasta el final con el único objetivo de cotillear, criticando la orquesta por el escaso número de pasodobles que tocaban y que, a veces, se animaban a bailar entre ellas. Su cara no reflejaba el más mínimo atisbo de felicidad y parecía que aquello era más una obligación que otra cosa.

Los festejos comenzaban el viernes y concluían el lunes y, aunque el día grande era el domingo, la auténtica esencia se disfrutaba el sábado, gente por todos lados, carreras delante del toro enmaromado, atracciones que llenaban la plaza, fuegos artificiales, peñas en las que disfrutabas de todo el alcohol que deseases, mucho desfase y ganas de aguantar hasta el amanecer, amores de una noche y… resaca de domingo.

La desbandada obligada de los foráneos dejaba en desventaja el panorama de la noche dominical y prácticamente el pueblo era el mismo desierto de siempre la noche del lunes que solamente disfrutábamos, si se puede así decir, los locales. De esa noche de ridículos petardos se alimentan mis peores recuerdos, la evidencia de las ilusiones rotas, la conciencia de resumirlo todo en “una fiesta más”, la constatación de la falsedad del decorado tras las bambalinas, la sensación de sentirme fuera de lugar…

Decidí no volver jamás a la fiesta, ahora soy yo a quien preguntan “¿vendrás este año?”… y siempre la respuesta es parecida, dejando un leve resquicio a la esperanza para quien pregunta de corazón, sabiendo que cada cual vive a su modo y no es conveniente chafar las ilusiones de los que no piensan como yo.

Vivo lejos del pueblo, todo atrás quedó, soy feliz y alcancé muchas metas, me procuro paz mental e intento que cada una de mis noches sea una fiesta, pero una fiesta, de verdad…

lunes, 27 de abril de 2009

Se acabó


Cuántos kilómetros recorridos, cuántas historias vividas, cuántas horas compartidas, cuántos sueños cumplidos, cuántos destinos alcanzados, cuántos aún por haber disfrutado...


Te paraste un cálido día de Abril, la primavera anticipando nuevos viajes... en los que ya no podrás acompañarme.

Surcaron tus ruedas todo tipo de caminos, fiel hasta el final te mostraste, noble en tus respuestas, incansable y divertido... ya era el tiempo del descanso merecido.

Ya no te despertará el motor de arranque, los calentadores no volverán a quemarte, olvidarás el baile de válvulas y pistones, no se oirá más el sonido de tu ronroneo, tus faros no rasgarán nunca más la oscuridad de la noche, no subiremos más a aquella colina para descansar de la vida...