No puedo ver el horizonte desde mi ventana.
Y el sol se puso ya hace tiempo.
Ocaso.
Presión.
Prisión.
Acoso de miles de torres de hormigón que impiden llegar la imagen de un paisaje real.
Invento mis encuadres porque no alcanzo a vivirlos.
Veo desde mi altura unidades como tú que se cruzan sin verse. Diría que sus movimientos no tienen sentido, no tienen un fin.
Vacíos.
Existencias fundamentadas en metas futuras precedidas de tiempos sin objetivos, tiempo inútil que te impide conseguir ahora lo que se supone que un día llegará. Necesidades creadas por mentes siniestras que tal vez desconozcan el alcance negativo de su pensamiento.
El progreso es así; eso pretenden hacerte creer; es más, eso te venden.
Y tú piensas (¡ojalá no se enteren!, hoy eso es un crimen) y no entiendes. Pero es un elevado número ya el que marca esta nota discordante. Día a día crece.
Explosión.
Revolución.
Evolución.
No te creas superior a ellos, son seres engañados, tal vez por gente como tú, pero cruel. Odiarles por su estupidez sería necio e improductivo.
¡Sálvate! y, contigo, salva tu pequeño mundo. Es un salto en caída libre; olvida tu paracaídas; el fondo jamás (llegará) va a llegar.
Alivio.
Nunca caigas en su trampa, la de las necesidades creadas, inútiles cosas que sólo a ellos benefician.
Confort a plazos.
Mas no mires atrás; el pasado sólo fue eso; y no existe futuro, el futuro eres tú, que nadie te marque la senda.
Dirección.
Corrección.
La esperanza que siempre abrigaste tiene que manifestarse por alguna de las grietas de ese muro que te oprime, demasiado tiempo para una pesadilla, sus fuerzas debilitadas no soportan más tu empuje.
Acción.
Emoción.
Ambición, desde pequeño ya, hasta que crees que es algo inherente al ser humano.
No.
Lucha.
Competencia.
Falsedad.
No.
El viento si que consigue llegar hasta mí.
Frío.
Otoño.
Pero aquí transporta ruidos artificiales, voces (sin sentido), una vibración que satura mis sentidos, ruidos de oscuros presagios.
Y la noche y su silencio con gotas de agua en un cristal.
Humedad...