lunes, 1 de diciembre de 2008

Renuencia


Una sinfonía fúnebre suena sin cesar cada día al despertar.

Quieren volverme locos esos fanáticos del más allá.

Manejan mis descansos y programan mi vida.

Pretenden convertirme en adulto.

Pero a mi edad no funcionan sus estúpidas normas de traición a la libertad.

Yo nací para demostrar un principio filosófico aún no formulado.

Penosa travesía por mar entre orillas irreconciliables.

Volando...



Mis ojos registran las curvas de nivel del terreno cuyo espacio aéreo surco.

Ríos... lagos donde mueren.

Valles... montes y cañones.

Aves a mi alrededor, casas sin gente, monumentos a la sinrazón del creador de abalorios y baratijas para el ser humano, racional entre irracionales desde su propio autopunto de referencia.

Egohomocentrismo.


Aire borboteante a alta temperatura que llega a derretir el asfalto bajo los pies del viajero peregrino que dirige sus pasos hacia los centros de lujo y distracción anunciados en el catálogo radioactivo que le sacó de su arcaica existencia en los suburbios del peor barrio asentado junto a la factoría de reciclaje de residuos urbanos semisólidos... ¿o es quizás el asfalto derretido a alta temperatura el que hace borbotear el aire?

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