jueves, 11 de diciembre de 2008

Sufrimiento


Nada más despertar percibes algo especial.

Amanece en el campo de concentración.

No sale el sol porque lo prohibieron los que os encerraron, los judíos no son personas, en aquellos infiernos.

A tu alrededor alguien lamenta su existencia y un bebé te suplica con llantos calor humano.

En las alambradas crece una rosa, ¡qué bonita, si es negra!, como un símbolo de esperanza ante la desazón.

Un nazi observa cómo la contemplas extasiado.

Se acerca y te sonríe.

Le devuelves el gesto aunque no sabes muy bien por qué.

Con su bota aplasta sin piedad la rosa que cede sin resistir ni queja alguna mientras el nazi se ríe con carcajadas estridentes.

Tus sentimientos sufren un vuelco súbito.

Odias como nunca antes lo hiciste a ese ser que acaba de destrozar un rayo de vida.

Te abalanzas sobre él y, profiriendo un desgarrador grito, abofeteas su rostro.

Notas pasos a tu espalda y sobre ella chocan los proyectiles de varias ráfagas disparadas por una anónima metralleta.

Y caes sobre un costado.

Tu cuerpo sin vida.

Tu cerebro atento unos segundos más al entorno que te rodea, los suficientes para ver como el nazi que castigabas se toma la molestia de rematarte con un disparo a bocajarro en el centro de tu frente.

Notas un oscuro vacío y vuelves a despertar en un campo de flores.


Y sí... allí está tu rosa del color de la noche...





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